Nota: como con todo en esta vida, las excepciones siempre existen y no
necesariamente uno se tiene que sentir identificado con lo que aquí se
explica, pero es necesario generalizar un poco para poder establecer una
teoría o al menos un intento de explicación. Esto es sólo una visión
basada en la observación minuciosa y constante de situaciones personales
propias y ajenas, información científica/periodística ampliamente
disponible y la asociación libre de toda esa información por obra y arte de mi Cabezota.
Vivimos
minimizando el impacto de las hormonas en nuestros comportamientos. Le
damos importancia e incluso armamos el esterotipo del “adolescente
hormonal” sólo en la adolescencia. Creemos que, más allá de lo
relacionado a la menopausia y andropausia como generadores de engorde,
depresión, crisis y fin de la edad reproductiva en la mujer, las
hormonas no imparten mucha importancia en nuestros comportamientos.
*Error*
Somos absoluta e irremediablemente manejados por ellas a lo largo de toda nuestra vida. Por ellas o por la ausencia de ellas.
Pero
lo interesante de esto no es solamente la importancia que le demos o no
a las hormonas como determinantes en nuestra personalidad, sino lo
particular del “timing” de ellas en los varones y en las mujeres.
Decidí
tomar sólo 5 aspectos o características que nos hacen seres sociales y
que sirven para interactuar entre nosotros y desarrollar la mayor
cantidad de actos de nuestra vida diaria:
- Sensibilidad
- In/dependencia de los demás
- Búsqueda/necesidad de pareja
- Importancia de las amistades
- Espiritualidad
Estos
cinco aspectos en particular, entre varios otros, nos definen como
humanos y nos diferencian de los animales. Pero además, son aspectos que
particularmente se ven afectados en forma más directa por la acción u
omisión de las hormonas a lo largo de nuestras vidas.
Pero qué mejor que un gráfico para explicar algo tan sutil como el curioso diseño hormonal humano:
Fig.1
Acá podemos notar que a medida que el varón crece, su
sensibilidad, dependencia y su necesidad de pareja va en aumento, a
diferencia de la mujer, cuyas dichas características van en dirección
contraria.
Fig. 2
En este gráfico vemos que el lugar que se le da a las
amistades y a la espiritualidad en ambos sexos también los encuentra
medio desencontrados.
Fig. 3
Este gráfico resume y mira desde otra perspectiva los
mismos aspectos vistos en los anteriores esquemas, sólo que acá se ve
más claro lo opuestas que son las realidades entre hombres y mujeres y
porqué, tal vez, es tan pero tan difícil entenderse durante las vidas de
cada uno.
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Nótese, sin embargo, que la vida a pesar de parecer bastante sádica y juguetona, da oportunidades, pequeños momentos donde encontrar pistas y ver de resolver algunos enigmas.
Los únicos momentos en los que las características y vivencias más o menos se igualan o emparejan entre hombres y mujeres suceden entre los períodos de 10 y 15 años de edad y los comprendidos entre los 40 y 45.
Es en esos dos momentos donde el hombre y la mujer más cerca están unos de otros. Son esos momentos donde el entendimiento es mayor, donde cada uno está pasando por cambios importantes a nivel hormonal y donde sus vidas entran en “crisis” en ambos bandos. En los demás momentos, y he aquí lo aparentemente sádico de la existencia, el hombre y la mujer transitan la vida con experiencias disímiles y a destiempo, volviéndose realidades difíciles de combinar y de entendimiento mutuo.
Se desprende de que entre los 10-15 años, más que nada por falta de madurez, es más difícil establecer un diálogo y/o apoyo/contemplación de las experiencias de cada uno, pero la vida nos da una oportunidad más, entre los 40 y los 45 años, para volver a encontrarnos, para entendernos y ponernos de acuerdo estando parados en el mismo terreno del cambio-crisis.
Si no aprovechamos estos momentos de cruce para comunicarnos los hombres y las mujeres, difícilmente lo podamos hacer en otros momentos de nuestras vidas, ya que, lo queramos o no, somos animales conducidos por picos y valles de extrusión hormonal. Se puede decir que una pareja que pasa con éxito las respectivas crisis durante el período 40-45, comunicándose, conteniéndose y apoyándose mutuamente, será una pareja que durará en el tiempo y que tiene más chances de terminar sus días juntos.
Por otro lado, la noción de que una unión entre un hombre de edad mayor que la mujer tiene más chances de durar que una de edades similares sería correcta o al menos mejor, ya que los crisis de un hombre en sus 40 sería acompañada por una mujer todavía sensible y enfocada a la pareja, capaz de contener emocionalmente a un hombre frágil y necesitado; así mismo, una mujer en sus 40 y en pareja con un hombre más grande que ella, tendría el apoyo de una persona con una crisis ya superada y con la experiencia necesaria para contener mejor a esa mujer en crisis.
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El amor y las hormonas
Si uno fuera a desmitificar al amor como una “fuerza imparable y trascendente” que une a dos personas y destriparla de toda connotación espiritual y cósmica, podríamos decir que esta fuerza está pura y exclusivamente alimentada por las hormonas. Que mientras las hormonas fluyan y afecten los centros del cerebro dedicados y receptivos a ellas, el amor fluirá también y toda la parafernalia asociada (mariposas estomacales, celos, pasiones, necesidades, presencias, sexo, etc) hará su parte. Cuando las hormonas desaparecen o disminuyen, el amor comienza a trastabillar. Queda en su lugar una unión entre dos personas sin mariposas, ni celos, ni pasiones, ni necesidades, ni sexo o con poco sexo. Sólo quedan las características asociadas a la historia en común (salidas, diversiones, proyectos, intereses, anécdotas, etc.).
En esa situación tan frágil, una salida distinta, una diversión o interés nuevo, una anécdota más atractiva, pueden romper o distanciar la relación entre dos personas. Sólo quedan exceptuadas las amistades y la familia, que son relaciones que nunca dependieron ni fueron entabladas bajo los efectos de las hormonas. Sería por eso, tal vez, que las relaciones amorosas entre dos personas duran más si comenzaron previamente como amistades largas que si comenzaron en forma pasional/sexual.
Así, en el cruce hormonal de los 40-45 años, cuando el mecanismo hormonal empieza a fallar, se producen efectos muy interesantes en los dos sexos:
Mujer:
- Se produce un “despertar espiritual” muy fuerte, donde la mujer comienza una intensa búsqueda espiritual, postergada probablemente por la maternidad, que en líneas generales tiene como objetivo encontrar un lugar en el mundo dejado por los años que estuvieron en “stand-by” por ser madres. Las que no lo fueron y vieron pasar el tren delante de sus ojos, la búsqueda y la motivación es la misma: los años en stand-by fueron la focalización en ese mismo “unitema”, pero sin hijos. Este despertar muchas veces las lleva por caminos llenos de clichés y de dudosa pseudo-espiritualidad, pero al menos parecería que el nicho que encuentran les sirve a pesar de todo.
- Junto con este nuevo “despertar” se produce un enfriamiento notable de las pasiones hacia el sexo opuesto; se acallan los fuegos y la búsqueda espiritual ocupa la mayoría de los espacios que ocupaba previamente el hombre y sus ofertas como compañero sexual y de vida. Este vendría a ser el aspecto más llamativo y de más impacto en las relaciones con los hombres, y da el puntapié inicial para el otro efecto que se describe más abajo, el de la independencia.
- En relación al punto anterior, en esta etapa la mujer revive, renueva y atiza el núcleo de amistades (más que nada amistades femeninas), las hace omnipresentes en su vida y compañeras íntimas de todos los cambios que se comienzan a vivir. La mujer se transforma en un ser muy social, sale de la casa y llena su mundo de compañeras de vida. En general, esto sigue así hasta la muerte.
- La mujer se vuelve sumamente independiente y no estamos hablando sólo de independencia económica. La mujer, que ya no busca un compañero (ni parece necesitarlo), que ya cumplió su mandato básico socio-fisiológico (si no fue madre, dicho mandato cumple su ciclo igual apagándose), se encuentra en una situación de no depender de nadie para hacer nada, que, junto a la disminución en las pasiones relacionadas al varón y el llenado de amistades en su vida, hacen de que nada la ate, nada le impida conducirse por la vida por su cuenta y sin depender de nadie, ni económica ni sentimentalmente.
Varón:
- Después de haber vivido signado por un comportamiento más que nada dirigido por la Testosterona, esa gran hormona masculina, el macho deja ya de mirar tanto lo que hay afuera de la casa y empieza, recién ahora, a mirar hacia adentro. Busca quién está, dónde está y porqué no está con él. Ya padre o nunca padre, el hombre empieza a necesitar una presencia en su vida que lo acompañe, que lo contenga, que lo escuche y que lo abrace. No hay mucha búsqueda espiritual, nunca la hubo en realidad (salvo casos en lo que la búsqueda espiritual formó parte de sus actividades diarias, sean profesionales o de ocio/esparcimiento) y ahora lo que podría llamarse espiritualidad está focalizada más que nada en un sentimiento recíproco con la mujer que él elija como compañera. Toda futura espiritualidad vendrá asociada a este sentimiento, que lo puede llevar a escribir las canciones y poemas más increíblemente bellos y profundos y a la vez caer en las más profundas depresiones y desesperaciones, que lo harán ver como un ser inmaduro y “poco hombre” por la mujer, en este momento parada absolutamente en la orilla contraria del océano de los sentimientos.
- Las pasiones no disminuyen mucho, ya que la andropausia no es tan terminal como lo es la menopausia, especialmente las sexuales, que se ven muchas veces aumentadas por lo descrito en el punto anterior. Es notoria en esta etapa la búsqueda de mújeres jóvenes, muy probablemente fogoneada por la actitud bastante más fría de la mujeres de su edad y la contrapuesta actitud a “punto caramelo” de las mujeres más jóvenes, que están más en línea con lo que el hombre cuarentón está buscando. Si además estas mujeres jóvenes ofrecen cuerpos más esbeltos y en mejor estado, mejor.
- Las amistades de un hombre siempre estuvieron presentes. No fueron relegadas ni por matrimonios ni por hijos ni por trabajos, por lo tanto, este aspecto se mantiene más o menos estable, disminuido quizás sólo por el distanciamiento natural producto de las vidas de cada uno.
- Ahora bien, el hombre cuarentón comienza junto a la disminución (no desaparición) de la Testosterona, un camino difícil de mayor dependencia afectiva-emocional de lo que estuvo acostumbrado hasta ahora. Tal vez provocada por un equilibrio hormonal entre la Testosterona y las hormonas femeninas que siempre estuvieron pero en muy pequeña cantidad, hoy esas cantidades, sin aumentar per se, se acercan más al nivel testosterónico que, disminuído, le deja lugar un poco a la acción “sensibilizadora-cambiadora de humores” de la progesterona y el estrógeno. El macho deja de ser tan macho y reduce su mirada de “yo lo puedo todo” a una más de “me abrazás por favor que me siento solo?”.
En fin, el famoso libro-cliché “Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus”, mirado desde el punto de vista biológico-fisiológico, sería acertado, sólo que estas diferencias tan curiosamente establecidas sólo son diferencias si uno no las interioriza y las identifica. Una vez aceptadas y explicadas, al menos en forma biológica, son más fáciles de allanar y limar.
Pero cuesta, y mucho. Sólo se necesita voluntad y humildad para reconocer las debilidades propias de cada uno y entablar una conversación profunda y amable desde el mismo plano.