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Siempre, pero siempre, cuando uno quiere descollar y hacer algo distinto a lo que hace el resto, termina siendo defenestrado, o apuntado con el dedo índice, o denostado, o retado, o re-ubicado, o, o, o.
Sería algo así como esto (grande Quino):
Quiero besar a alguien en medio de la calle o en medio de un pasillo o en una reunión de trabajo, lo hago. Quiero mandar todo al demonio, lo mando. Quiero hacer el bien, sin mirar a quién, lo hago. Quiero levantarme un día y cambiar al mundo, por más utópico que suene, lo cambio.
Nunca, pero nunca voy a ser intimidado a cambiar mi postura y/o deseo o forma de pensar y/o actuar en base a si el statu-quo le gusta o no le gusta lo que hago o dejo de hacer. Si lo haré si los argumentos en contra de mi accionar contienen más que un "porque sí" o "porque yo lo digo" y si tienen algún asidero en la realidad o son pura elucubración persecutoria y/o enfermiza.
He dicho.
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